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DAÑOS. El barrio de Analco fue uno de los más afectados por las explosiones de 1992. (Foto: Grisel Pajarito)

“Antes era un barrio alegre, donde todo mundo se conocía y había puras casas-habitación. Mucho movimiento de familias, niños a la escuela, señoras al mercado, señores al trabajo… Ahora ya no hay casas-habitación. Todos esos lugares de casas se derrumbaron, esos baldíos la gran mayoría los vendieron y se hicieron negocios”, cuenta Lilia Ruiz, presidente de la Asociación Civil del 22 de Abril, sobre Analco.

Guadalajara lo sabe todo. Sabe fracturarse y regresar corriendo. Sabe tomar aire, sabe sanar quemaduras y recuperar pavimentos, pero la ciudad ya no es la misma.

El 22 de abril de 1992, alrededor de las 10:05 horas, Guadalajara se quebró. Varias explosiones en el Sector Reforma del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) desaparecieron el piso, el techo y el corazón de más de 600 personas y sus familiares. El 21 de abril, 24 horas antes, vecinos de Analco y Gante reportaron al Sistema Intermunicipal de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado (Siapa) un fuerte olor a gasolina. Se sabe que intervinieron el Cuerpo de Bomberos y el Departamento de Tránsito, pero no se tomó la decisión de evacuar a las personas.

Un día después el barrio de Analco fue el que registró más daños y el mayor número de muertes. Más de 13 kilómetros de calles del Sector Reforma desaparecieron en segundos.

Con cámara, lápiz y libreta en mano, recorrimos cada cruce y espacio que en ese momento quedaron en escombros. Tomamos fotografías del estado de las calles en la actualidad. Cada cruce, con olor a tierra, polvo y con colores degradados, conserva la huella del desastre y del evidente abandono; también hay letreros que anuncian ventas, rentas y casas vacías, con puertas frágiles y candados oxidados. Un domingo por la tarde que difícilmente se mueve. A su vez, la reparación física está hecha. Las calles lucen limpias, con pocas grietas que bien pueden ser sólo baches. Y en colonias más lejanas los colores se recuperaron, los árboles se volvieron a sembrar y las casas convirtieron el derribo en construcción.

“Para una calle que tiene diferentes capas, las más importantes son la sub–base, la base y la carpeta. La carpeta son los últimos 5 centímetros en donde normalmente está el concreto hidráulico o el pavimento. Pueden existir problemas en estas capas, por eso identificar los síntomas es lo más importante para saber dónde atacar porque eso implica más trabajo y más dinero”, nos dice Jorge Ramos, ingeniero topógrafo.

Para evaluar el buen estado de una calle, el ingeniero sigue los pasos de un médico al examinar a un paciente. Primero se hace una revisión visual para asegurar que todo marche bien. Después se identifican síntomas. En un paciente puede ser una tos o mareos, mientras que en una calle lo es un bache o una filtración. Ya que se tiene eso anotado, se buscan causas y finalmente se piensa en los métodos de recuperación.

ANTES Y DESPUÉS

En 1992, la mayoría de las viviendas contaba con dueños. Otras eran rentadas. En la zona siniestrada, 60 por ciento de las viviendas eran unifamiliares y sólo a 10 por ciento de los locales se les daba un uso comercial. Ahora, en 2019, podríamos decir que los porcentajes se han invertido, las viviendas han pasado de tener un uso familiar o habitacional al abandono total y a un empleo meramente comercial. Hay que mencionar, además, el incremento de la inseguridad en las zonas. En ¿Olvidar o recordar el 22 de abril?(Universidad de Guadalajara, 1995), Juan Manuel Ramírez Sáiz y Jorge Regalado Santillán narran que al momento de las explosiones el barrio de Analco se encontraba notablemente poblado. En su mayoría los habitantes no contaban con muchos recursos. Los negocios de refacciones automotrices, los talleres mecánicos, restaurantes o fondas eran las principales actividades económicas que se desarrollaban en la zona. Ahora, ese tipo de movimiento económico continúa, pero en una escala mucho menor y con un índice de inseguridad en aumento.

Lilia Ruiz, con voz firme, serena, que se rompía en momentos, nos contó sobre aquel día. Para ella, la recuperación del barrio nunca se dio. “Antes era un barrio alegre, donde todo mundo se conocía y había puras casas-habitación. Mucho movimiento de familias, niños a la escuela, señoras al mercado, señores al trabajo. Ahora ya no hay casas-habitación (…) el lugar se ve feo. Está lleno de delincuencia, lleno de malvivencia por ahí. También ese es uno de los motivos por lo que la gente se ha ido, son puros malvivientes que se metieron a vivir a esas casas… es muy peligroso transitar por ahí, vivir por ahí”.

Hablar de recuperación para ella es casi como regresar a un estado adormilado, de dolor y de esperanzas espontáneas.

AHORA PREDOMINAN LOS NEGOCIOS. Antes de los estallidos, Analco era mayormente habitacional.
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“Cambió todo, fue una serie de emociones. Tuve que pasar por muchas etapas para poder superar esto, había días de mucho dolor, de pensar en la muerte, en el suicidio, otros de enojo, coraje con todos. Otros días de valor, fortaleza, de superación… no ha sido fácil. Nunca fue fácil. Todo cambió en el espacio y en la persona, nunca se supera eso. Todo fue cambiando desde el primer día que pasó hasta la fecha. Las calles, las familias, los traumas y todo cambió. Nunca te podrás llevar igual con el espacio físico después de eso, para empezar ya no hay casas, sólo negocios, la ciudad y los tiempos han cambiado y el trauma siempre está, te recuperas como un 80 por ciento de eso, nunca un 100”, dice Lilia.

Gabriel es dueño de un local de accesorios, protecciones y autopartes en la calle Los Ángeles 449. Tiene más de 40 años viviendo ahí, en el barrio de Analco. Él dice que ya no hay una comunidad, eso para él se acabó hace tiempo. “Son contadas las personas que viven ahí, ahora ya son puros negocios, ya no hay gente. Se acabó lo que era una comunidad. Hubo gente que vivió (después de las explosiones) y regalaron casi, casi sus casas, las remataron. Ya toda esa gente ya no está, ya son puros negocios y pues las calles se reinstalaron lo normal”, comparte.

En su estudio, Ramírez Sáiz y Regalado Santillán recuerdan que los desastres sociales tienen víctimas y responsables. El suelo y la vivienda, creemos, comparten los mismos actores. El gobierno estatal quedó rebasado por la dimensión del desastre, de acuerdo con ellos. Las calles lo reflejan desde 1992.

La reparación física de las zonas más afectadas no termina con su vulnerabilidad. No se queda solamente en “reparar y seguir”. Se continúa generando una memoria y un registro. De la ciudad hacia nosotros y de nosotros hacia la ciudad.

“(Analco) está lleno de delincuencia, lleno de malvivencia por ahí. También ese es uno de los motivos por lo que la gente se ha ido, son puros malvivientes que se metieron a vivir a esas casas”

Lilia Ruiz, presidente de la Asociación Civil 22 de Abril

“Son contadas las personas que viven ahí, ahora ya son puros negocios, ya no hay gente. Se acabó lo que era una comunidad”

Gabriel, habitante de Analco

La tragedia en números

De acuerdo con registros de la Universidad de Guadalajara, las explosiones del 22 de abril de 1992 dejaron:

212 muertos

69 desaparecidos

1,470 lesionados

1,142 viviendas resultaron afectadas

450 comercios también

100 centros escolares

600 vehículos

*Jossie Ayón y Carlos Carrillo, estudiantes de la Licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO

Alfaro se comprometió a cerrar capítulos pendientes

Durante la conmemoración del aniversario 27 de las explosiones del 22 de abril de 1992, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez se comprometió a cerrar todos los capítulos pendientes de la tragedia.

«Termina la larga lucha que ustedes han dado contra el gobierno, hoy el gobierno asume el compromiso que en su primer año de trabajo va a cerrar todos los capítulos pendientes para que esta historia no quede como una más de olvido y abandono, y para que estas demandas que hoy nos están planteando queden resueltas todas y cada una de ellas para siempre”, comentó el mandatario.

En el anuncio, realizado en el barrio de Analco, Alfaro Ramírez señaló que el culpable de las explosiones fue Petróleos Mexicanos (Pemex), por lo que llamó a la empresa productiva del estado a disculparse y contribuir con recursos para los afectados. Redacción

JJ/I