
por Colaboración de Andrés Zúñiga / ntrguadalajara.com
23 de Abril de 2023, 06:00 –
(Foto: Archivo | Humberto Muñiz)
¡Que bajen todos del camión, no hay paso!
El chofer de la ruta 231 abrió las puertas y todos los pasajeros bajamos tras la orden del agente de tránsito.
– ¿Dónde estamos hijo?
– En avenida Revolución y la calzada del Ejército, en la Plaza de la Bandera, contesté.
Papá y yo descendimos y le pregunté al agente motorizado.
– ¿Hasta dónde están desviando el tráfico para tomar otro camión y llegar al Centro?
– Nadie puede pasar, ni carros ni gente, hay una emergencia, regrésense.
Empleados de la Farmacia Guadalajara ubicada en esa esquina miraban asombrados cómo crecía el caos de personas y vehículos que querían llegar al Centro o al menos a la calzada Independencia por avenida Revolución. Eran intentos inútiles.
A 12 cuadras al poniente, en el cruce de Revolución y la calle 20 de noviembre el drenaje ya había explotado. La misma situación a cinco cuadras al sur, en la calle Gante, sitio en el que se concentraron los mayores daños por las explosiones a causa del derrame de hidrocarburos en el drenaje.
Caminamos por calzada del Ejército hacia el norte, en contrasentido del flujo vehicular y con rumbo al Centro Médico de Occidente del IMSS para ver si podíamos llegar al Centro de Guadalajara por la calle Medrano, Aldama o Gómez Farías.
Apenas habíamos dado unos pasos cuando se escucharon las sirenas… pasaron dos ambulancias del IMSS, detrás de ellas tres camionetas de carga ligera repletas personal de emergencia, todos ellos vestidos con ropa de hospital, usaban cubrebocas y gorros quirúrgicos.

(Foto: Archivo Humberto Muñiz)
Instantes después nos percatamos cómo la gente salía de sus casas llorando y se alejaban. Papá me pidió que le describiera lo que pasaba. Desde los 10 años era su lazarillo por una afección visual que lo aquejaba. Le dije que la gente estaba saliendo de sus casas y se alejaban como podían.
En ese momento una mujer con los ojos llenos de lágrimas cerraba apresuradamente la puerta.
–Señora, ¿qué pasa?
–Nos están sacando porque hay explosiones. Dicen que es peligroso estar aquí y que nos vayamos… que si tenemos familiares en otro lado nos vayamos con ellos.
La información dicha por la mujer fue suficiente para que papá intuyera que estábamos en peligro inminente y lo mejor era ir a casa y no hacia el Centro Médico porque nueve años atrás, el 25 de marzo de 1983, se registró una explosión en el drenaje de la calle Sierra Morena que dejó 48 lesionados, daños en 91 casas y 54 vehículos.
Tomamos rumbo al oriente por la calle Medrano cruzamos la calzada del Ejército y unas cuadras más adelante afuera del templo de María Auxiliadora había un teléfono público. Mi padre me pidió que hiciera dos llamadas. Una a la casa para avisar que estábamos con bien y la segunda comunicarle a un amigo oculista que estaba interesado en aprender la escritura Braille que no podría darle su clase porque llegar hasta su consultorio ubicado en la avenida Hidalgo esquina con Marsella en la colonia Americana, sería imposible.
Los intentos de llamar fueron inútiles el servicio se había suspendido.
Caminamos por avenida Revolución hacia el oriente y esperamos por media hora el transporte público, pero no pasaría; para entonces aquello ya era un caos. Decidimos regresar caminando a casa, hasta la colonia Lomas del Camichín en Tonalá. Nos separaban de ella 8.5 kilómetros.
Por inercia caminamos al oriente donde más personas abandonaban sus casas. El ambiente era pesado, la gente angustiada hacía una mudanza llevando en sus autos a su familia, mascotas, alimentos y objetos personales más indispensables.
Quienes tenían espacio en sus vehículos o en las cajas de sus camionetas trasladaban a otras personas para acercarlos a su destino porque el transporte público dejó de funcionar.
Al llegar a la avenida Rio Nilo reinaba la anarquía. Al ingreso de la Clínica 14 del IMSS la gente se arremolinaba buscando a sus familiares entre las decenas de heridos que eran atendidos en colchonetas al ingreso de ese hospital, ya que no había camas suficientes.
Continuamos nuestro camino por Rio Nilo y cuando esperábamos el cambio de luz del semáforo en el cruce de la calle José Rubén Romero, se detuvo un camión del transporte público que no cubría la ruta de esa zona, pero que llevaba pasaje. El chofer abrió la puerta y nos dijo que iba hasta Loma Dorada que estaban llevando gente gratis hasta ese punto.
Sin pensarlo nos subimos, ya que hasta ese sitio llevábamos más de dos horas y media de caminata recorriendo apenas 5.2 kilómetros en un día muy caluroso.
Tres cuadras más adelante en la calle Cipriano Campos, el tráfico se volvió caótico porque la avenida Rio Nilo se hizo de un solo sentido. Toda la gente buscaba salir del municipio de Guadalajara con rumbo a Tonalá al ser un lugar seguro, ya que había varias hectáreas de terrenos baldíos, de cultivo y un par de campos de béisbol.

(Foto: Cuartoscuro)
Esos terrenos se convirtieron en un gran estacionamiento invadido por cientos de familias del oriente de Guadalajara que buscaron un refugio para pernoctar y alejarse del peligro.
Casi después de cuatro horas de trayecto papá y yo pudimos llegar a casa ante la preocupación de familiares que habían salido a buscarnos.
Un trayecto de 8 kilómetros, correspondiente a 22 calles del Sector Reforma sufrieron daños principalmente en las colonias Analco, San Carlos y Atlas. Resultaron afectadas mil 250 viviendas, 450 comercios, 100 escuelas y 600 vehículos.
Ese miércoles 22 de abril día fue un día triste y trágico. Las autoridades reportaron a causa de las explosiones 212 personas fallecidas, mil 480 heridos y 69 desaparecidos. A 31 años de distancia aún no les creemos.
EH
