
- Rescatistas trabajando durante la tragedia del 22 de abril de 1992. Foto: Archivo
Grupo REFORMA / Mural
Guadalajara, México(22 abril 2022).- El 22 de abril de 1992 también es una historia sobre detenciones con engaños, disputas con la antigua PGR y un desastre civil vaticinado que la falta de conocimiento y protocolos no previno.
Así lo narró José Luis Macías Godínez, quien ese día era gerente técnico y terminó siendo director del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (Siapa).
Un día antes de la tragedia, las llamadas interrumpían una reunión de funcionarios del Siapa en la Ciudad de México. Eran las alertas del fuerte olor emanado de las tuberías. Regresaron de inmediato.
La gasolina era obvia, pero ingenieros de Pemex con explosímetros dictaminaron que se trataba de hexano a 80 grados de temperatura, descargado por aceitera La Central, ubicada en la Zona Industrial, misma que fue clausurada.
Tiempo después se reconocería que, en efecto, se trataba de una fuga de combustible en el poliducto.
Macías observó riesgo para la población, recomendó traer al Ejército para aplicar el Plan DN-III y evacuar las Calles Gante y 20 de Noviembre, entre otras. No lo escucharon.
A la Unidad de Protección Civil Jalisco, entonces bajo el mando de Arturo Paz García, se le ocurrió lavar el colector del drenaje intermedio del oriente, el cual explotaría horas después. Dejaron abiertos los registros para «airearlos».
«Fue un grave error que se tuvo, porque con la oxigenación, con la cantidad de hidrocarburo que había, pues se provocaba una mezcla que era muy fácil de, con cualquier chispa, tener explosividad», reveló.
La explosión ocurrió. Macías fue requerido para acompañar al Gobernador Guillermo Cosío en un recorrido vía helicóptero por la zona de desastre.
«Se veía una cosa muy siniestra, todo abierto. Todavía nos tocó ver una explosión, como un hongo que se veía desde el aire hacia abajo», mencionó.
La Procuraduría General de Justicia solicitó tres ingenieros del Siapa para darles nombramientos de peritos en la investigación. A él lo escogieron.
Llegó al edificio, esperó horas, luego se dio cuenta del engaño: no buscaban peritos, sino hacerlos declarar ante el Ministerio Público y dejarlos detenidos.
Entre las preguntas, la PGR recriminó por qué el Siapa no evacuó; Macías contestó no era su competencia.
Algunos de ellos estuvieron ocho meses en la prisión de Puente Grande. También Enrique Dau, Alcalde de Guadalajara, y Aristeo Mejía, entonces Secretario de Desarrollo Urbano y Rural, quedaron tras las rejas.
Consideró que tomaron «chivos expiatorios» porque Carlos Salinas de Gortari dio al ex Procurador Ignacio Morales Lechuga un plazo de 72 horas para entregar un informe y detener a los responsables.
A él lo «salvó» su nuevo encargo: la Dirección del Siapa, pues Gualberto Limón solicitó su renuncia el 24 de abril.
Su primera declaración ante los medios como director molestó al Presidente Carlos Salinas de Gortari y le ganó el regaño de Cosío.
Le preguntaron: ¿Cuál fue la causa?
«La gasolina que había en el drenaje. La gasolina no va aquí en el drenaje. Y, bueno, pues pregúntele a la empresa que maneja los hidrocarburos en este país, yo creo que ellos podrán decirle», respondió.
Macías sobrevivió, continuó en el cargo con el Gobernador Carlos Rivera Aceves, nombrado interino por el Congreso. En cambio, Guillermo Cosío renunció el 30 de abril de ese año.
Dura etapaJosé Luis Macías relató las dificultades posteriores a la catástrofe para habilitar las redes hidrosanitarias y el tránsito vial.
El Siapa tuvo que cortar la mayoría de las redes de agua. Cancelaron las descargas del drenaje hacia el colector.
Crearon un sistema temporal de drenaje superficial y colocaron líneas auxiliares de agua en las banquetas.
En avenidas cerradas, improvisaron con puentes a base de las tuberías del acueducto Chapala-Guadalajara, que no servía para las conexiones.
Tras la experiencia del desastre, mejoraron los protocolos de prevención. Semanas después cerraron dos gasolineras y cambiaron las normas de todas, para evitar ordeñas y fugas.
¿Qué pasó?

El 19 de abril, vecinos de la calle Gante reportaron fuertes olores a gasolina provenientes del drenaje urbano, así como lavabos y fregaderos. El 21 de abril, el Siapa comenzó a realizar análisis al agua que tenía una apariencia aceitosa, se envió una muestra para su estudio al entonces Distrito Federal.
Comienza la desinformación

Ingenieros de Pemex también acudieron a la zona, junto con Protección Civil y Bomberos de Jalisco y el Siapa, sin embargo, destaca la actitud prepotente y cerrada de los funcionarios petroleros, quienes no se mostraron colaborativos con el resto de autoridades.
A las 21:00 horas del 21 de abril, declararon que no había rastro de gasolina Nova, que era la que suministraba Pemex, y que el problema provenía de una aceitera en la zona industrial. No se desaloja a nadie, pese a que los explosímetros de Pemex advertían alto riesgo.
Llega la tragedia

Por la madrugada, Protección Civil reporta al Municipio de Guadalajara que ya habían sido limpiado los colectores y que no había riesgo de explosividad. A su vez, el director del Siapa, Gualberto Limón, informó al gobernador Guillermo Cosío Vidaurri que “todavía no resolvían el problema del todo; que habían observado variaciones”. Sin embargo, el gobernador recuerda que “el director del SIAPA me informó los pormenores de una fuga en una aceitera que ya estaban resueltos”. A las 10:10 de la mañana estalló el colector.
El desastre

Las explosiones ocurrieron en el colector intermedio del subsuelo de Analco (un área de casi 10 km), lo cual también afectó a las colonias Atlas, San Carlos y Las Conchas.
El saldo de las explosiones, oficialmente reconocido, fue de 212 muertos, 69 desaparecidos y 1800 lesionados. Quedaron destruidos ocho kilómetros de calles, resultaron afectadas 1142 viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos (de acuerdo con un reporte de la Universidad de Guadalajara).
Según una estimación del Instituto Politécnico Nacional, por el tamaño de las explosiones se debió verter más de 6 millones de litros de gasolina.
¿Los cuerpos?

La cantidad de cuerpos destrozados fue de tal magnitud, que se vació la fosa de clavados del Consejo Estatal para el Fomento Deportivo (CODE) para llenarla con formol y poner ahí los fragmentos de los cuerpos encontrados.
La gente se arremolinaba ahí para tratar de reconocer a sus familiares de entre los cuerpos mutilados. Durante varios días hubo pánico generalizado en toda Guadalajara por el riesgo latente de más explosiones, que ya no ocurrieron.
También se utilizó el ahora Bosque Urbano Tlaquepaque para depositar escombro y, según vecinos, restos de víctimas que fueron resguardados por el Ejército para impedir que se acercaran personas.
La versión oficial

Finalmente, un peritaje de la PGR admitió que sí era gasolina la sustancia encontrada. Que el agujero por donde se supone se fugó la gasolina del poliducto se debió a un proceso de corrosión ocasionado “por meses e incluso años” de desgaste.
La gasolina entró a la red de drenajes por una tubería de descarga localizada bajo el poliducto a razón de 1.1 a 1.3 litros por segundo. Se responsabilizó a la empresa San Pablo, encargada del desarrollo habitacional del Álamo Industrial, de colocar la tubería junto al poliducto de Pemex. Nunca hubo un reconocimiento de la responsabilidad de Pemex, ni reparación integral del daño.
Por Violeta Meléndez, con información del Colegio de Jalisco y entrevistas, imágenes de Guadalajara Antigua AC
