El tema de fondo no es el nivel actual de las presas, sino la ausencia de una gestión sustentable del agua en el estado
Pablo Toledo / El Occidental
El temporal de lluvias ha dejado un saldo alentador en Jalisco: al corte del 16 de septiembre, según el Nivel de Aguas Máximas Ordinarias (NAMO), nueve de las 25 presas bajo monitoreo oficial superan el 100% de su capacidad de almacenamiento, y en al menos dos de ellas el nivel aumentó un 10% en tan solo una semana. Este panorama, que en apariencia ofrece tranquilidad, no garantiza que el agua alcance para enfrentar el estiaje de 2026.
Así lo advierte el profesor investigador de la Universidad de Guadalajara, Arturo Gleasón Espíndola, quien señala que el optimismo debe ser moderado y que es necesario tomar precauciones para que, una vez llegado el estiaje, se conserven los niveles de las distintas presas del estado.
“El temporal ha sido bondadoso, y tanto las presas como Chapala han recuperado volumen. Es una señal buena, pero no podemos echar las campanas al vuelo porque, así como sube, baja. Una vez que termine la temporada ya no habrá entradas de agua y, frente a la demanda creciente de las zonas urbanas como Guadalajara y del uso agrícola, estos volúmenes se verán mermados en los próximos meses”, señaló Gleasón.
Los datos oficiales indican que la presa Elías Chávez, o Calderón, uno de los embalses estratégicos para el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), está al máximo de su capacidad. Sin embargo, Gleasón recuerda que en marzo de 2021 llegó a un nivel del 16%, lo que prácticamente la vació. Lo anterior se debió a una combinación de alta demanda y manejo inadecuado de compuertas.
“Cada presa tiene una política de operación. Abrir o cerrar las compuertas responde a las necesidades locales y al estado de la infraestructura. En Calderón, por ejemplo, se llegó a vaciar por una mala operación. Por eso, tener presas llenas no es garantía, porque si no hay un manejo eficiente y ordenado, el agua se va tan rápido como llegó”.
El especialista también cuestionó la ausencia de revisiones periódicas a la infraestructura, citando la presa Calderón, que tiene más de 30 años, por lo que debería contar con peritajes programados. Agregó que actualmente no existe información pública que confirme que se realicen revisiones serias.
De acuerdo con Gleasón, el tema de fondo no es el nivel actual de las presas, sino la ausencia de una gestión sustentable del agua en el estado. No se tienen datos precisos de los manejos ni de la extracción en Chapala, y por lo tanto tampoco en los acuíferos. Por ello señala que, para garantizar el suministro en el mediano plazo, debe haber medición en tiempo real de todo lo que se extrae y consume, pero eso no existe.
La falta de planeación también se refleja en la orientación de la política pública, que privilegia la construcción de megaobras como nuevas líneas de acueductos, aunque no hay esfuerzos profundos ni financiados para ordenar el consumo, aprovechar la lluvia o impulsar el reúso de aguas tratadas.
Para Gleasón Espíndola, la estrategia integral para no solo mantener las presas a tope, sino garantizar un abasto continuo en la metrópoli, se basa en seis puntos:
Uso racional e inteligente del agua en todos los sectores.
Reaprovechamiento de aguas negras tratadas para industria y agricultura.
Captación masiva de agua de lluvia en hogares, edificios públicos e industrias.
Reducción de fugas en la red urbana, donde se pierde hasta 40% del suministro.
Medición automática en tiempo real para saber exactamente cuánto se extrae de presas, acuíferos y Chapala.
“Todos demandamos agua y, por tanto, todos debemos ser parte de la solución para consumir menos y usarla con inteligencia. Si no se avanza en esa dirección, cada temporada estaremos en la misma dinámica: esperar que las presas se llenen, vaciarlas rápido y volver a la crisis en marzo”.
De acuerdo con la media histórica, Jalisco se encuentra en un escenario “estable” en cuanto a lluvias. Sin embargo, el investigador subraya que el problema no es la cantidad de agua que cae del cielo, sino la forma en que se administra.
“Lo que tenemos es un espejismo: presas al 100%, pero sin planeación, sin medición y sin políticas serias de ahorro. Así como se llenan, se vacían. Y mientras no cambie la forma en que gestionamos el agua, seguiremos dependiendo de la buena voluntad de la lluvia”.
Además de la disponibilidad, la calidad del agua es un tema cada vez más crítico. El Lago de Chapala, principal fuente de abastecimiento del AMG, recibe contaminantes del río Lerma y de las descargas urbanas en la ribera.
“El deterioro de la calidad del agua también mengua el suministro. Nuestros cuerpos de agua superficiales están cada vez más contaminados, y ese tema no se atiende con seriedad. No basta con que haya volumen; si el agua no es apta para consumo, la crisis se duplica”.
