Gabriela Alegría / Mural
Guadalajara, México (23 febrero 2025) .-05:00 hrs
«Adriana» quiso denunciar el maltrato en un Centro de Control Animal, pero se volvió víctima de hostigamiento y amenazas de los encargados. Crédito: Pexels.
«Vi cómo mataron a tantos perros; yo los veía entrar vivos y sabía lo que les iban a hacer. Quedé rota después de eso«, expresó «Adriana», antes de quebrarse por un momento, mientras relataba los horrores de los que fue testigo en un Centro de Control Animal de la Ciudad.
Ella pidió el anonimato, pero aseguró que los sacrificios de perros, como los que presenció, ocurren todos los días.
Ante tales horrores, la activista por la defensa de los animales intentó presentar una denuncia, pero, lejos de obtener justicia, fue víctima de hostigamiento y amenazas.
El acercamiento de «Adriana» con el Centro de Control Animal ocurrió en 2021, cuando ella y un grupo de amigas activistas lograron que las autoridades rescataran a unos perros que una persona con problemas de salud tenía en condiciones de hacinamiento y no podía cuidar.
Los canes, aproximadamente 20, quedaron bajo resguardo del Ayuntamiento del Municipio donde de ubica el Centro, por lo que ella se comprometió a acudir diariamente a atenderlos y ayudar con sus necesidades. No pasó mucho tiempo para que se diera cuenta de las irregularidades.
«Existe la NOM-033, que establece que es obligatorio en todo el País que los sacrificios de animales se realicen sin causar sufrimiento al animal. El sacrificio humanitario es el proceso de insensibilizar a los animales para que su muerte sea con el mínimo de dolor y sufrimiento«, explicó.
Contrario a esto, ella aseguró que los perros eran sacrificados de formas violentas.
«Yo vi cómo los apaleaban, los ahorcaban, los ahogaban. Ni siquiera cuando usaban medicamentos era menos cruel, los tenían que inyectar hasta ocho veces porque querían usar tan poco líquido que siempre les faltaba dosis y los dejaban ahí sufriendo (…). Los trabajadores entraban como en un estado de desconexión, se ponían a cantar ranchero mientras lo hacían«, relató.
La activista comenzó a documentar las irregularidades, logró reunir cientos de fotos y decenas de videos que almacenó en una memoria USB. Cuando pensó que tenía suficientes elementos, acudió a la Fiscalía del Estado, pero las autoridades que la atendieron entonces no aceptaron tomarle la denuncia.
En cambio, sostuvo, el encargado del Centro fue alertado de las intenciones de «Adriana», lo que desató una campaña de acoso y amenazas en su contra.
«Iba la Policía a buscarme a mi casa, gente desconocida preguntaba por mí, me decían que me andaban buscando por todos lados. El director del centro se burlaba de mí en redes sociales, me llegó a decir que por las cosas que yo hacía desaparecen a las mujeres«.
Además, «Adriana» sospechó que sus propios asesores jurídicos estaban coludidos con las autoridades, pues aseguró que su abogada borró casi todas las evidencias de la USB y para la denuncia presentó solo un par de fotografías.
«Yo no pido imposibles, de verdad, no pido que todas las personas amen a los animales, solo lo legal, solo que se cumplan las leyes«, expresó.
La situación escaló un día en el que confrontó al encargado del centro y éste comenzó a insultarla y la empujó, haciéndola caer. Fue cuando «Adriana» decidió acudir al Centro de Justicia para las Mujeres, donde le ofrecieron medidas de protección que, afirmó, solo se cumplieron un par de días.
En una de las entrevistas con el agente ministerial que la atendió, logró convencerlo de que solicitara una orden de cateo para el Centro de Control Animal y la orden se giró, pero ella no pudo llegar a tiempo y, por medio de las vecinas que estaban enteradas del caso, supo que los encargados del centro fueron alertados y pudieron ocultar las evidencias, de modo que la autoridad no tuvo sospecha de malas prácticas.
La satisfacción que «Adriana» encontraba en la causa por los derechos de los animales pronto se convirtió en una lucha solitaria y el desgaste psicológico comenzó a pasarle factura, por lo que tuvo que olvidarse de la denuncia y enfocarse en su salud mental.
Hasta la fecha no ha tenido respuestas, ni por la agresión que sufrió ni por los horrores que quiso denunciar.
«Yo soy una persona rota después de ver todas esas muertes, pero por lo menos no estoy corrompida como ellos, porque ellos son personas normales que se rompieron y se corrompieron«, reflexionó.
MURAL publicó el 16 de febrero que entre 2019 y 2024 se denunciaron 582 casos de maltrato animal en el Área Metropolitana de Guadalajara, pero solo un caso llegó a sentencia.
