Violeta Meléndez/Mural

Guadalajara, México (27 noviembre 2023) .-05:00 hrs

En operación hormiga, se apropian de zona federal para fines particulares. Crédito: Jorge Rangel

Crédito: Jorge Rangel

Con una orden judicial de desalojo en mano, María Elena Ramírez llamó el jueves a la Policía de Chapala para sacar de la zona federal del lago -que tiene concesionada con uso agrícola y está frente a su casa-, a una persona que amenaza desde hace meses con apropiarse del área y asentarse ahí.

La Policía llegó dos horas tarde y el señalado ya no estaba. MURAL documentó que, aún así se apersonaron cuatro elementos municipales, quienes le recomendaron cercar el espacio, aunque forme parte de la ribera del lago e impida el tránsito, para evitar riesgos de personas «malintencionadas», y por si la Policía se vuelve a tardar.

Así transcurre el día a día en las delegaciones San Antonio Tlayacapan y Riberas del Pilar, que en el caso de la señora María Elena, mantener libre el tramo de ribera que tiene concesionada le ha costado 30 mil pesos en abogados para defenderlo de invasores, además de cámaras y constantes llamadas a la policía. Pero no todos tienen el recurso ni el interés de proteger la zona federal del lago.

De hecho, ya son contados los espacios donde la ribera de Chapala está libre, en estas dos delegaciones se encuentra invadida en bloque por bares, cafés, fraccionamientos, salones de eventos, potreros, autodenominadas mansiones, viviendas e incluso hoteles, todos ellos con servicio de electricidad y agua potable sobre el área que los linderos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) denomina zona federal.

En operación hormiga, cada persona ha ido apropiándose del terreno para fines propios: quitan la vegetación ribereña -cuya función es atrapar contaminantes del agua y albergar la fauna acuática-, rellenan el suelo con piedras y lo emparejan. En algunos casos, levantar muros para protegerse del agua cuando el lago suba de nivel y reclame su espacio.

«Mantener mi área libre me ha costado sudor y lágrimas, y dinero por supuesto. Cuando yo me muera no sé que va a pasar», lamenta Ramírez, adulta mayor que tiene tres décadas defendiendo ese espacio, incluso de gobiernos municipales que han tratado de usar esa zona para «equiparla» con mobiliario urbano.

Además de reducir el ecosistema acuático de Chapala, las fincas invasoras generan aguas residuales y, en algunos casos, se observan tuberías directas al lago, que según vecinos se trata de los desechos sanitarios de personas que se conectan irregularmente, y que el olor a drenaje evidencia.